Todos, en algún momento de la vida encontramos en nuestro camino a un líder, cuyas cualidades no solo le permitieron destacar sino también influir de manera positiva en la vida de su equipo, lo que le permite ser catalogado como un buen líder.
Para ser catalogado como bueno, un líder de equipo debe ser capaz de inspirar e influenciar a partir de dos elementos claves: su coherencia y consistencia; mientras promueve el progreso de otros líderes y está atento al desarrollo del talento y crecimiento de sus colaboradores.
“Un buen líder estimula la conexión y sinergia en sus equipos de trabajo. Lidera desde el ser para el hacer y definitivamente entiende la responsabilidad de convertirse en un modelo. Crece en el cambio y pone sus capacidades al servicio de los demás y está enfocado en la entrega de valor a partir de pasar de la intensión a la acción”, puntualizó Jimena Sainz, directora ejecutiva de BuenasPrácticas.
Asimismo, es fundamental mencionar que los buenos líderes poseen un sistema de valores que son el fruto de su trabajo interno, de su capacidad de cuestionarse, de entender que puede ser vulnerable y que siempre debe seguir aprendiendo; dado que están en un constante proceso de evolución, en una búsqueda constante de respuestas y de incorporar la capacidad de probar y abrir nuevos caminos.
A la cabeza de un equipo
El éxito de las compañías no solo se fundamenta en el desarrollo de estrategias, sino también en sus líderes; puesto que un líder es un representante, un embajador, por lo tanto, una persona ética, con solvencia y autoridad moral. No solo está concentrando en los resultados sino también en liderar de manera eficiente a sus equipos.
“Es un articulador, un facilitador de procesos y por supuesto un aliado para su equipo y la organización. Su visión y capacidad de anticipación son factores importantes para sumar valor al propósito de la empresa”, prosiguió la experta.
Las cualidades importan
Además de ser un portavoz y articulador, un buen líder debe poseer ciertas cualidades, como la escucha activa y una seguridad psicológica para que sus colaboradores se expresen y hagan conocer sus percepciones. Podría decirse incluso que es un guía cultural que promueve la rotación de liderazgo ya que entiende que éste no le pertenece a una persona, sino les pertenece a todos.
Definitivamente, el líder de equipo debe ser un impulsor de la cultura colaborativa, de la inteligencia colectiva y de la capacidad de reconocer que los resultados son compartidos. No debe buscar el reconocimiento, aplauso o aceptación constante para sentirse bien; debe perseguir el bienestar de los demás, y esto lo logra a través del respeto, inteligencia emocional y capacidad de gratitud.
“El buen líder debe ser íntegro, y no porque él lo diga, es porque así lo perciben las personas que trabajan junto a él. No olvida que ocupa el rol de líder porque antes que él hubo otros, otros que en definitiva lo apoyaron o creyeron en él”, finalizó Sainz.
Una apuesta de valor
Quien apueste por un liderazgo positivo pone todo su potencial y competencias para acompañar y apoyar a los demás líderes, bajo la clara noción de que el liderazgo es un rol que implica madurez y equilibrio personal, que no se trata de un “juego de niños” y por lo mismo asume esa responsabilidad con transparencia, capacidad de respuesta, asertividad, cumplimiento de normas y códigos que lo ayudan a realizar un buen trabajo.